Mañana jueves 16 de abril en el Palacio de Cristal del Parque del Retiro (Madrid) se inaugura la exposición “Tuiza. las culturas de la Jaima“, del artista sevillano Federico Guzmán. 

Tuiza, en hassanía (dialecto árabe de Mauritania y el Sáhara Occidental), es un trabajo solidario colectivo, hace referencia a reunirse, participar y construir algo entre todos. Tuiza es la esencia de este proyecto de Federico Guzmán. Lo es no solo por el particular proceso de creación de las melhfas (vestimenta tradicional saharaui) por parte de las mujeres del campamento de refugiados saharauis de Bojador, sino también porque esta gran jaima se presenta como un espacio de hospitalidad y conversación entre culturas, donde talleres y otro tipo de actividades colectivas tendrán lugar a lo largo del periodo expositivo.
Federico Guzmán (Sevilla, 1964) emergió con fuerza en la escena artística española a mediados de los ochenta. Tras un periodo considerado de aprendizaje siente la carencia de raíces y el impulso por conectar con otras tradiciones, con un pensamiento otro. En la década de los noventa, durante sus estancias, primero en Nueva York y después en Bogotá, su interés se fue dirigiendo a proyectos de autoría colectiva, expandidos en el espacio público y con la participación creativa de los asistentes, consciente de la capacidad del arte para cambiar la sociedad y entendiendo la figura del artista y su trabajo como algo inextricable del contexto en el que vive. Como él mismo menciona, su práctica artística es como un laboratorio para ensayar visiones alternativas, democráticas, solidarias y ecológicas que vuelvan a poner el intercambio económico al servicio del planeta y de los hombres, mujeres y seres vivos que lo habitan. De esta forma, entiende el arte como una herramienta que permite hacer visible la conflictiva relación entre economía y ecología, entre la norma para administrar “la casa” y el espíritu o sabiduría que debe cuidar lo que sucede en ella. Sin renunciar a un lenguaje poético y personal, sus proyectos siempre fluctúan entre lo individual y lo colectivo, adoptando a menudo formatos participativos, como talleres u otros más duraderos, véase escuelas o actividades docentes de diversa índole, y con frecuencia introduciendo un componente lúdico e incluso irónico. Proyectos como el museo de la calle junto al colectivo Cambalache (1998-2001), Copilandia con el colectivo Gratis (2005) o La Canción del Tomaco (2012) serían algunos de los ejemplos más paradigmáticos de su trayectoria creativa.
Durante más de siete años Federico Guzmán ha estado vinculado al Sáhara, compartiendo experiencias con la gente y la cultura oriunda. Como parte y consecuencia de esta vivencia personal, el artista ha concebido este proyecto para el Palacio de Cristal, en el que ha levantado una gran jaima que dialoga con el espacio del edificio histórico. En el hogar tradicional de los nómadas del desierto, el techo de esta gran construcción textil se conforma a partir de benias, un tejido acrílico fino, aunque resistente y siempre decorado con motivos geométricos multicolores. Sin embargo, en este caso, el artista ha sustituido las habituales benias de los laterales por melhfas (las ya mencionadas vestimentas femeninas saharauis). Las propias mujeres del campamento de refugiados de Bojador diseñaron y tiñeron las telas para este proyecto específico en un taller organizado por el artista. El resultado final es una gran pintura traslúcida, acompañada de alfombras, cojines y asientos forrados de brocado, que en su conjunto crean un espacio de descanso y reunión para los visitantes. Una plataforma donde se activan cada día diferentes acontecimientos. 
Desde 2008 participa en los Encuentros Internacionales de Arte y Derechos Humanos ARTIFARITI, de los cuales ha sido curador en varias ediciones.